jueves, 30 de abril de 2009

Sindy


Nací en Distrito Federal, México, el 16 de septiembre de 1983, fui la torta antes del recreo, suelo ser impulsiva. Viví nueve años maravillosos allá, años clave para comenzar a descubrir formas de interactuar con el mundo. Viví en varios lugares: casa de mi abuela materna, casa de mi abuela paterna, casa de una tia, un cuarto en la azotea de un edificio e incluso un hotel.

Solía convivir mucho con mi abuela, ella fue como mi segunda madre. Podíamos caminar largas distancias camino a su trabajo, camino a la escuela o simplemente a dar un paseo, caminatas a veces en silencio y a veces con conversaciones. Solía interrumpirla por ejemplo para preguntarle por qué un señor no tenía un brazo, o por qué una señora no tenía piernas, la cuestión de las alteraciones físicas siempre me parecieron inexplicables. Mi mayor temor era siempre regresar a casa y que no hubiera nadie, tal vez por tantas mudanzas.
Tenía un tio que era radical izquierdista, él participaba en movimientos universitarios cuando estudiaba en la UNAM. Su hobbie era tocar la guitarra, en especial música trova y dibujar. No creia en la religión y nunca le gustó la palabra novia. Alguna vez me quizo enseñar a tocar guitarra pero en ese entonces no me interesó mucho; sin embargo, yo lo admiraba en silencio.

La primera vez que tomé una pluma por decisión propia fue a los ocho años, cuando decidí escribir un diario, después mi abuela descubrió y leyó el diario, así que decidí dejar de escribir. A los diez años volví a tomar una pluma y comencé a escribir pensamientos que no podía expresar de otra manera, siempre le he dado un gran valor a las palabras y a la forma en que estas se enuncian. Así, al escribir de la misma manera en que sentía como me iba relajando, sentía que iba encontrando belleza en mi interior.

Antes de comenzar a escribir, constantemente mis padres recibían reportes escolares; es muy distraída, parece que está en las nubes, decían los maestros. Siempre me gustó mucho jugar, mis juegos eran en su mayoría solitarios, aunque mas bien prefería sentarme en un lugar y pensar acerca de muchas cosas. Siempre me preguntaba porqué la gente hacia o decía tal cosa, qué estarían haciendo personas de distintas partes del mundo en el mismo momento en que yo estaba pensando en ellas, etcétera.

Llegar a San Luis Potosí fue algo a la vez novedoso y excitante como doloroso. Llegar sin conocer a nadie y tener ni un solo familiar cercano. Observar una ciudad “desierta” en referencia a donde antes vivía. Descubrirse a sí mismo es también excitante y doloroso, radica en ese sentido y en la duda de qué hubiera pasado si.., la concomitante de lo que ahora voy siendo.

Mis padres son referentes muy importantes en mi forma de ser, más no en mi forma de ver la vida. El perfeccionismo, la determinación, la intelectualización, la compasión, la justicia, la perseverancia, el amor, la melancolía, la soberbia, son algunas de las cosas de mis padres que arbitrariamente o no ahora son también parte de mí.

Desde muy pequeña mi objetivo en la vida fue el descubrimiento de mi misma y el aprendizaje constante. En la parte lúdica siempre me fue difícil concluir con las cosas que hacía, en tanto que en la parte intelectual podía pasar horas zambulléndome en mis propios pensamientos, poco hacía caso de los textos que leía, pues bastaba una sola línea para que a mi mente vinieran un sinfín de cosas por reflexionar.

Desde siempre mis actividades han sido más bien subterráneas y más bien para mí misma, así, me gustaba escribir, dibujar y leer. El primer libro que leí fue El Loco, libro que me fue regalado por mi padre, quien siempre me inculcó el hábito de la lectura.

El primer contacto que tuvo algún trabajo que hice fue en sexto de primaria, cuando participé y gané en un concurso de dibujo por la ecología a nivel nacional.

Al concluir con todos mis estudios básicos decidí no estudiar para el examen de universidad a diseño gráfico así que por dos años me encontré estudiando dibujo, pintura experimental y danza contemporánea. En ese entonces tenía 17 años. Fue una etapa de constante melancolía, por lo que difícil me era darle seguimiento continuo a las actividades que desempeñaba.

En 2003, poco antes de ingresar a la carrera en psicología, participé en la exposición pictórica colectiva “8 Formas de Moverte” para el departamento de gestión cultural de la UVM. Al ingresar a la carrera profesional me desconecté por dos años de la actividad artística, la cual retomé en 2005, en donde aprendí las bases de la danza flamenca y continué pintando de manera independiente, los cuadros que salían de ahí los vendía a un amigo quien a su vez los vendía en la calle junto con libros de doble uso. Estuve por tres años en cursos de danza contemporánea hasta que concluí con la licenciatura en psicología.

Actualmente sigo leyendo, sigo pintando, sigo escribiendo y sigo danzando, pero mi objetivo principal sigue siendo el mismo, aprender e ir siendo.

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