jueves, 23 de abril de 2009

“¿O su esposa o su hija?”





(Circe y Tito)


“¿O su esposa o su hija?”, le dijeron a mi jefe, pero las dos nos salvamos. Quién iba a pensar que varios años después nos dejaría a las dos por voluntad propia, ja.

Pese al par de amenazas de aborto y la preclampsia que sufrió mi jechu, salí de mi bolsita amniótica a los 8 meses del regalo de cumpleaños de mi papá, según mis cálculos; de algunos cuantos centímetros y poco más de dos kilos, pero salí, a huevo. Desde entonces todo ha estado mal.

Son muchas las cosas que recuerdo de mi infancia, pero pocas de ellas son agradables, la neta. Por ejemplo, recuerdo que mis primos y yo nos cenábamos nuestro choco en la casa de mi abuelita mientras veíamos María la del Barrio (¡¿?!). O que mi papá me llevaba a “La Quemazón” y yo me robaba cosas; nunca faltaba que rompiera frascos de Nutella, mayonesa o cosas por el estilo. Nosotros rentábamos algunos cuartos de la casa en que vivíamos, y yo me iba al cuarto del Sr. Solís para agandallarme sus aceitunas, al cuarto de Don Jorge para agarrar ilícitamente sus galletas o al de Flor para que me pintara la boca y me peinara. De este estilo son los recuerdos positivos que tengo de aquella época.

Yo no era una niña sociable, ni tampoco era de las excluidas. Yo me excluía de todos porque así lo quería.

El niñito dios nunca me traía lo que le pedía, el ratón Pérez que se llevaba mis dientes siempre estaba en crisis económica y nunca me dejaba nada. Cuando eran fiestas de disfraces, mi mamá me ponía una estrellita en la frente y un antifaz, eso era todo. Cuando íbamos con el tío Jaime para jugar con él y sus hijos un fucho, a mí siempre me tocaban los balonazos. Yo era una niña muy nerviosa que se hacía pipí y a mi hermano le encantaba esconderse en donde fuera cuando salíamos con nuestros papás a pasear. Ya se imaginarán cómo me ponía cuando se le ocurría hacer sus travesuras.

Por cierto, mi hermano y yo éramos muy violentos. No nos llevábamos nada bien y creo que algo queda de eso. Cuando nos enojábamos nos dábamos patadas, nos aventábamos tenedres y, si por casualidad habíamos visto Beetle Juice –caricatura por la cual nos quitaron el cable-, también salían volando cuchillos.

Para efectos de este relato le pregunté a mi mamá lo que recordaba de cuando yo era niña, y ella tampoco se acordó de mi infancia: “Hijole, Pao —porque me dice Pao—, se me hace que ya no me acuerdo… pero lo que sí es que te metías frijoles en la nariz, y tu papá, o ese señor que dice ser tu padre y yo no nos dábamos cuenta hasta que empezabas a oler raro, y entonces te teníamos que llevar arrastrando con el pediatra, porque también eras muy chillona”.

Mi mamá no me peinaba, me vestía como niño —véase la foto— …en fin, mi infancia no fue una época mejor que la de ahora, y la de ahora tampoco es mejor que aquellos años.

Y para concluir, sólo adicionaré –apelando a su imaginación— un “tan tán” de sonoridad triste.

Circe Vela
¡Pásele a lo barrido!

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