domingo, 30 de abril de 2023

Las canicas - Eva Ortega Jiménez



Cuando era una niña me gustaban los juguetes de mis hermanos. Era de verse que ellos, siendo niños, no jugaban con muñecas. A mí se me hacían más atractivos sus juguetes, ver cómo una simple cuerda hacía bailar el trompo y éste volaba libre, eso sí me atrapaba el corazón y yo quería el mío, así que andaba con mis hermanos hasta que me dieron uno pequeño, que aún conservo.

Parece que fue ayer en el barrio de San Miguelito, cuando observaba a todos los niños y jóvenes llenar la privada de Xicoténcatl, que era de tierra suelta. A los muchachos no les interesaba, para ellos era mejor el juego, los yoyos, los valeros. Con la pelota jugaban cascaritas, como ellos le decían al futbol, o al bote pateado. ¡Qué tiempos!...

Para mí, las canicas fueron mis preferidas, era igual que ver el universo dentro de ellas. Ahí estaban las estrellas de la noche, era un mundo maravilloso jugar con ellas, observarlas gota por gota: verdes, azules, moradas, clara, de agua, rojas como nuestros planetas con todo y sus constelaciones.

Mi hermano Antonio que era el que más ganaba. Me llevaba para que le cuidara el botecito donde las iba juntando, más que nada, para que no se las quitaran. Me decía:

—Ven, siéntate aquí no te muevas.

Así esperaba a que él ganara y fuera llenando el bote de canicas nueva.

—¡Oh! —exclamaba— más y nuevecitas, ¡qué maravilla! ¡También hay algunas muy grandes!

Esa vez ya tenía más de quinientas, entre gotitas, ponches y torombolas. Sólo respondía:

—Me las das hasta que estemos en la casa.

Las pelotas grandes y bonitas son como la luna, por lo que jugar con ellas era lo máximo. Sólo que a mí no me gustaban las de plástico, porque se ponchaban con las patadas fuertes o las volaban con gran facilidad entonces les gritaba:

—¡Adiós, mi luna! —decía mientras las perdía de vista.

También me fascinaban los carritos llenos de muñequitos. Disfruté mucho con ellos, fueron únicos. 

Me gustaría regresar a ese tiempo, era un mundo sin maldad, algo maravilloso, lo que ahora se perdió en el tiempo. Eso me recuerda que fui una chica con privilegios, ya que era la única niña en la familia.

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